Crear el hueco,
enredar el dedo despedazando
nudos, extender
la voz, aquella que te llama.
Escribir el eco,
ese, ese, ese
lugar donde puedes habitarte
solo. Hueso y ceniza
espesura que no ha sido atravesada
por ningún pensamiento,
tejido dispuesto a rasgarse.
Un agujero, una grieta,
tú,
Dividido precipicio
en el que esperas sentada.
En esta orilla no espera el horizonte,
lo sabes,
y decides caer.