Ese afán por perfumar
la soledad
con una sonrisa y media promesa.
Deshacer los pactos
sin colchones
deshilar la música
desinflar el sueño
y perderse
como un caminante
sin pasos
siguiendo el tacto
y el ojo
del desconocido.
¿Sentir sin sentidos?
Sentir, al menos,
nunca más
necesidad que apresa,
y a prisa
pasa por nuestro lado,
sigilo,
que nos vuelve eternos
y a vueltas derrama
las notas siguientes
las gotas
los sueños.
Nunca suficientes,
al menos,
             nunca más...
recobrar el sentido.

Transito ciudades

y construyo a menudo

         las mismas calles,

un perímetro circular

de escombro

        en la periferia

desamparadas las cuestas

pendientes, solo mis pasos

desiertos, los andamios

ineludibles, las grietas.

Crear el hueco,

enredar el dedo  despedazando

nudos, extender

la voz, aquella que te llama.

Escribir el eco,

ese, ese, ese

lugar donde puedes habitarte

solo. Hueso y ceniza

espesura que no ha sido atravesada

por ningún pensamiento,

tejido dispuesto a rasgarse.

Un agujero, una grieta,

tú,

Dividido precipicio

en el que esperas sentada.

En esta orilla no espera el horizonte,

lo sabes,

y decides caer.

Se apretó toda posibilidad

Hecho puño

aquel deseo.

Es esta ausencia

la de ahora, la firme y lejana

la que te trae a mi, y me sobrevuela.

Un golpe de viento

arrastrando todos los recuerdos

y yo esperándote,

una vez más,

posarte en mi cama

casi de puntillas

tomar mi espalda,

desplomarte en mis sueños.

Yo te creo. Te creo. Creo.

Vuelves a mí

sin deshabitarme.

Razón suficiente,

en la que permaneces.